¿Os
acordáis de aquellas carpetas de plástico en las que venían: reglas, escuadras,
cartabones, regla de grado (semicírculo para medir los ángulos), regleta con
letras en mayúsculas y minúsculas y unas plantillas con curvas que servían para
hacer bonitos dibujos?
Pues
a estas plantillas, a las de las letras y a las de las curvas me voy a referir.
Parece
que hoy en día, muchas, muchísimas personas, las utilizan como norma de vida, y
eso conlleva que mucha gente actúe igual de mal que otras.
A
algún o a alguna vidente se le ocurre dibujar una plantilla de sistema de vida,
sin probar si es malo o bueno para los demás, para él o para ella sí, para los
demás no importa; pero lo malo es que ese modelo se hace viral y se
extiende como la pólvora por millones y millones de personas.
Estas
regletas que inducen a la violencia, a la xenofobia, al racismo, a la pobreza,
a la incomprensión, se extienden como un veneno entre las gentes, y lo peor es
que se utilizan como modelo.
El
arte, la creatividad, la sencillez, la inteligencia, el discurrir, el
pensamiento, la filosofía, todas estas cualidades se sienten asfixiadas por
esas plantillas, que muchas veces pesan más que cualquier estatua de mi
admirado Egipto.
Si
las reglas son las normas, las escuadras y los cartabones hacen que nuestra vida
se cuadricule, la regla de medir ángulos nos puede servir para medir el grado
de implicación con nuestra sociedad, pero las plantillas, las plantillas están
hechas para los y las torpes, los cortos y las cortas, porque no nos dejan
expresarnos tal cual somos.
Incluso
a los más pequeños, tras un par de “cartillas” con las letras dibujadas con
puntitos, aparecen “cartillas” con dos líneas paralelas a fin de que cada uno
escriba como quiera, dentro de unas reglas.
Destruyamos
las plantillas que resulten dañinas y limitémonos, en todo caso, a seguir
ejemplos de vida.
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