A
muchos, cuando vemos una película emocionante, las que están
escondidas hacen el amago de salir; cuando la ira inunda nuestros corazones por
defender algo que creemos justo y que la injusticia nos quiere quitar; cuando
alguien se va para siempre despidiéndose poco a poco también hacen el amago de
salir; cuando conseguimos un triunfo a base de trabajo duro, también; y si nos
toca una buena primitiva; si el humor, el buen humor, el humor sano, anega
nuestro alma, las que están a punto de salir hacen la intención de aparecer.
Hay
una reserva de sentimientos en las glándulas lacrimales, de penas, de alegrías,
en suma, de emociones para nuestros sentidos, éstas están agazapadas intentando
salir; y muchas veces, por hacernos los y las fuertes, no las dejamos; las
escondemos, y hacemos un esfuerzo supremo para que no salgan…
Creo
que es bueno abrir la puerta de las lágrimas a nuestras emociones, actúan como bálsamo,
apaciguan las penas y relajan las tensiones que genera contener una buena
carcajada.
Las
lágrimas cálidas son sedantes, nos hacen sentir bien, por lo que no es bueno
mantenerlas ocultas, disimuladas, guardadas; hay que dejarlas fluir lo mismo
que nuestros sentimientos porque es dañino que se queden dentro por mucho
tiempo.
Las
lágrimas son nuestros sentimientos escondidos en los rabillos de nuestros ojos.
Pero
también hay lágrimas artificiales, falsas, esas que se derraman para engañar,
para timar, para arrastrar a otros a tu terreno, para convencer a los demás que
eres sensible, cuando en realidad eres frio y calculador, lágrimas frías que
pueden parecer templadas, pero que hacen mucho daño.
“Si
se te han saltado las lágrimas con esta reflexión, a mí también por saberlo”.
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