En 1901 un físico norteamericano (como casi siempre) llamado Duncan MacDougall, confirmó a todos los efectos y después de un sinfín de experimentos con multitud de personas a punto de morir, que en el transcurso de la vida a la muerte, todos los cuerpos perdían 21 gramos de peso, por lo que determinó, por mor de la deducción lógica, que el alma de las personas tiene ese peso, veintiún gramos.
Alma proviene del latín "ánima" (aire, aliento) y tiene la misma raíz que animal, animar, ánimo, unánime, magnánimo, etc.
Muchas veces me he preguntado cómo una cosa tan pequeña y de tan poco peso puede acumular tantas y tantas cosas.
Si bien cada vez los acumuladores informáticos guardan más memoria, ninguno puede alcanzar a nuestro alma.
El alma, la nuestra, es un acumulador de decepciones: en el amor, en el trabajo, con los compañeros, los vecinos, los amigos, e incluso con los de tu misma sangre, tu familia.
Cuántos pinchazos en una cosa tan pequeña, cuántos alfileres punzando, a veces durante toda la vida, cuántas heridas y cicatrices.
Por ello hoy me quiero referir de nuevo a mi admirado Bruce Lee, admirado no como luchador, sino como filósofo.
Vuelvo a recordar su famosa frase: "Be water my friend" (se agua amigo mío).
Pues sí, además de amoldar nuestro alma a lo que se necesite en cada momento de nuestra existencia, así mismo podríamos aplicar el agua para diluir en ella las decepciones y los estropicios acaecidos.
Mientras más se diluya nuestro alma en agua, los ataques a tu felicidad te harán el menor daño posible.
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