El pasado viernes, dĂa seis, se inaugurĂł el BelĂ©n viviente de mi ciudad en el que hago el papel de JosuĂ© (Ś'ŚŚŚ), miembro activo del SanedrĂn.
De los millares de personas que nos han visitado en estos dĂas hasta ayer que se clausurĂł, no sĂ© cuantos cientos de fotos se hicieron los chiquillos conmigo y con otros compañeros del SanedrĂn, los niños, niñas y algĂșn que otro mayor.
Como todas las noches, exceptuando las que estoy demasiado cansado, suelo hacer un examen de conciencia de cĂłmo ha pasado el dĂa, donde me he equivocado, a quien he podido hacer daño, etc. y hablando con mi pareja despuĂ©s de venir de la BelĂ©n efĂmera se me inundĂł el alma de nostalgia.
SĂ, puede resultar tedioso, y muchas veces lo es, ese sinfĂn de fotografĂas y poses durante todas las tardes, pero todo ello tiene una inmensa recompensa a muy largo plazo.
Dentro de veinticinco o treinta años, cuando los niños y niñas que tuvieron a bien retratarse con un servidor, les enseñen las fotos a sus hijos, y si yo ya no estoy aquĂ, que serĂĄ lo mĂĄs probable; conseguirĂĄn con ese simple gesto resucitarme a la vida; a mĂ, y a todos los que hemos participado en estos dĂas en el BelĂ©n.
Los pequeños preguntarån:
¿Eso que tiene ese hombre en la cara con cristales que es?
Espero que para esos años no tengan que pasar los niños el suplicio de las gafas desde los seis años.
Los pequeños preguntarån:
¿Eso que tiene ese hombre en la cara con cristales que es?
Espero que para esos años no tengan que pasar los niños el suplicio de las gafas desde los seis años.
Lo cierto y verdad es que serĂĄ una forma mĂĄs de vida eterna, de mantenerse vivo, con los ojos abiertos en las fotos, aunque sea a travĂ©s de las gafas, vĂdeos y en los recuerdos de los que una tarde cualquiera, de los dos primeros fines de semana de diciembre, tuvieron la feliz idea de "echarse un retrato" conmigo y mis compañeros.
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