Fanático, viene del latín "fanaticus", un derivado de "fanum". Este vocablo significa santuario o templo, y desde tiempos antiguos, los romanos lo relacionaban con el verbo "for-fari" (hablar solemne y públicamente);.
El vocablo "fanaticus" designaba, primero a un servidor de un templo, especialmente a los porteros y vigilantes nocturnos que velaban con celo del santuario; y con el paso del tiempo el vocablo fue asignado al adepto exclusivo de un templo o santuario.
A partir de "fanum" en el siglo I a.c. se desarrolla el verbo "fanor-fanari" que significa estar poseído por un fervor divino, delirante y frenético; que genera un nuevo significado para "fanaticus"; que mezclado con el griego "φάνος" (fanos) lámpara, lo convierte en el exaltado o iluminado religioso.
Del ahí, pasamos al aquí; y entre medio: inquisidores, visionarios, iluminatti, cruzadas, etc., etc., etc.
La historia nos ha enseñado innumerables fanáticos, no ya religiosos, sino fanáticos en todos los aspectos de la vida; hoy en día, hay fanáticos del cuerpo, de la alimentación, de la religión (todavía), del deporte, sobre todo del fútbol, de la música, y cómo no, de la política.
El fanatismo político se ha llevado la vida ya de mucha gente por delante, más de lo que lo hizo en su momento el fanatismo religioso; son dos formas de llevar al hombre a tomar las decisiones más lamentables, con objeto de arrimar el ascua a su sardina.
El fanático que vocea, vocifera, escribe, mal escribe, e incluso interpreta su papel vehementemente en los medios audiovisuales es peligroso, sus arengas pueden ser muy dañinas; pero hay un fanático mucho peor; como el refrán del toro manso y del toro bravo..
"El peor fanático de todos es el que lleva la intolerancia con discreción"
Y cuando menos te los esperas...
¡Zas!
Foto extraída de la página: medium.com |
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