La risa es el único virus que no hace daño al alma, y más como estamos ahora mismo con los virus.
Es tan difícil hacer reír a la gente, aunque haya algunos personajes que con que le escuches un chiste, una anécdota, un chascarrillo o simplemente (como a mi compadre Juanjo) un exabrupto, te ríes hasta llorar.
Ayer me pasó en YouTube, cuando buscaba música para escuchar apareció por casualidad una grabación, sólo de sonido, de una actuación del Luis Lara, (el famoso comandante Lara) en una feria de pueblo.
A Luis, al que he tenido la suerte de ver en directo y presentarlo, en el bar de copas que regía mi buena amiga Maty (el Bobalicón) le pasará, lamentablemente, lo mismo que al gran Manu Sánchez, que lo tendrán bloqueado de despeñaperros para arriba por su dicción, pero ellos se los pierden.
Cuando ríes de verdad, como ayer tarde, como aquella noche en el Bobalicón, al final las lágrimas se te saltan, y diría más, lloras abiertamente de la risa, y si no lloras te meas.
Las lágrimas (al igual que cuando lloramos de pena o desolación) acompañan al cuerpo a la "homeóstasis" (autorregulación de la constancia de las propiedades de un sistema influido por agentes exteriores) luego de una situación extrema; y no cabe la menor duda, que "mearse" de la risa es una situación extrema del cuerpo y poco usual por cierto.
De vez en cuando es bueno llevar al cuerpo a este tipo de extremos para liberar endorfinas, para limitar el cortisol (hormona responsable del estrés), y que las dopaminas campen a sus anchas.
Reír hasta mojar la cara, aunque cuando rías, además, el mundo reirá contigo, y cuando llores sólo te mojarás la cara tú solo.
Foto extraída de la página: eluniversalprensa.com |
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