Se me viene hoy a la memoria una de las mujeres que mĂĄs me quiso, mi querida abuela Encarna; madre de mi madre y que llegĂł a SanlĂșcar desde su natal Osuna.
Los avatares de la vida hicieron que debido a su diabetes perdiera casi toda la visiĂłn y hubo una Ă©poca en la que con la enfermedad de su marido, mi abuelo Manolo, se vio bastante anulada.
Mi madre, la pobre, hacĂa lo que podĂa, le llevaba la comida, lavaba a mi abuelo, la ropa, la casa; aparte de su casa con sus hijos, mis hermanos y yo, y su marido mi padre. (Grande mi madre)
No tuve mĂĄs remedio que quedarme a dormir en su casa, por si en algĂșn momento pasaba algo; conscientes somos que no tenĂamos telĂ©fono, y recuerdo un dĂa que mi abuelo se cayĂł tuve que ir de madrugada a mi casa a avisar a mi madre.
Yo hacĂa mi vida normal, iba a trabajar al Banco ya por aquel entonces, salĂa con los amigos, tocaba con mi amigo Enrique y su grupo, en fin lo que se dice una vida normal, pero a dormir iba a casa de mi abuela.
Mi abuela tenĂa un problema de apnea y la pobre roncaba mĂĄs bien fuerte, y yo me tenĂa que levantar temprano para trabajar, entonces...
¿QuĂ© hacia?
Se sentaba en la entrada, detrĂĄs de la puerta, hasta la hora que yo llegara, a la hora que fuera, sin horario de espera. Me daba las buenas noches, y nos acostĂĄbamos; cuando ella me veĂa que yo habĂa caĂdo rendido en los brazos de Morfeo ella se echaba a dormir.
Rindo homenaje con este escrito a todas esas madres y abuelas que tanto tiempo han estado esperando sentadas, por muchos motivos: el padre no querĂa que la niña saliera y la madre la dejaba y sufrĂa esperando sentada; el niño tenĂa que volver y la madre no se acostaba hasta que volviera a casa; la mujer que esperaba sentada a que su marido volviera de juerga, o de parranda, y a veces para ser maltratada.
Desde esta tribuna me quito el sombrero por las que esperaron tantas veces sentadas, para ellas mi recuerdo.
Foto extraĂda de la pĂĄgina: es.dreamstime.com |
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