¡QuĂ© poco valoramos las cosas que tenemos en la vida!
Los hijos tenemos la costumbre, cada vez mĂĄs, de valorar poco a los padres; y cuando se van y se pierden en la inmensidad de la eternidad, los valoramos, los recordamos, y los echamos de menos.
Hay muchos compañeros que nunca valoran el trabajo de los suyos; tienen la puñetera costumbre de aprovecharse de ellos, pero nunca los valoran, hasta que los pierden, hasta que piden el traslado, o los cambian de sitio.
Lo mismo pasa con los jefes, valoran pocas veces a los buenos y elevan a los altares a los aduladores; a todo mal jefe le gusta ser adulado.
Y con las parejas, Ădem de lo mismo; no valoramos cuando tu pareja se vuelca contigo, te da tu sitio, te admira, te respeta, hace lo que sea para hacerte feliz, aporta mĂĄs que resta, y te anima siempre a triunfar en la vida; pero...
Se buscan otras aventuras, se sueñan otros amores, se olvida todo hasta que empieza a faltar; entonces todo se echa de menos, y en la mayorĂa de los casos no hay soluciĂłn.
Tenemos un defecto muy importante: no aprendemos a valorar a las personas que nos quieren y siempre valoramos a las que queremos.
-Hijo mĂo, aprende a valorar lo que tienes en la vida, antes que la vida te enseñe a valorar lo que has perdido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario