Seguramente no hay nadie sin defectos, no es posible, porque pertenecemos a una especie defectuosa de fĂĄbrica, en el momento que se nos dio la capacidad de discernir entre el bien y el mal.
El resto de la mayorĂa del mundo animal se rige por instintos y no ha lugar la posibilidad de ir en contra de ellos mismos.
Pero nuestros defectos son nuestros, tanto para bien como para mal, porque se pueden tener en esta vida también defectos buenos; por ejemplo, ser demasiado confiado, muy generoso, excesivamente recto, etc.
Nuestros defectos forman parte de nosotros mismos, parte de nuestro presupuesto de vida.
Ahora que estamos inmersos en la vorågine de la campaña electoral, y ya que todos los partidos tendrån, como los que los componen, mil defectos, habrå que votar a los que tengan menos, o por lo menos a los que nos hagan menos daño con los suyos.
Si intentas mitigar esos defectos mutilas tu esencia, tu yo particular, y terminas en el terreno de nadie.
Tus defectos dominados por tu forma de expresiĂłn es algo maravilloso.
DeberĂamos conseguir el poder domeñar esos defectos, para asĂ encontrar la posibilidad de tener una felicidad que muchas veces consideramos una utopĂa.
Votemos con coherencia.
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