De la raĂz latina "semper" (eterno), y "aetrenus-a-um" (relativo a la duraciĂłn de una vida); por lo que sempiterno no tiene mĂĄs remedio que ser: relativo a una vida eterna.
La RAE, a parte de una tela, lo califica como: Que durarĂĄ siempre, que teniendo un principio no tendrĂĄ fin.
Y como cosa tan difĂcil como es esta hay muy pocas cosas que yo catalogarĂa como sempiternas; y doy cuenta de algunas.
El amor de un padre (un verdadero padre, sea natural o no) a un hijo o a una hija.
El amor de una madre (una verdadera madre, sea natural o no) a un hijo o una hija.
El amor de un hijo/a ( un verdadero/a hijo/a, se natural o no) a su padre ya su madre.
Y pare usted de contar.
Que el amor de pareja sea sempiterno, has de tener mucha suerte y hacerlo demasiado bien, y ni eso.
Que la amistad sea sempiterna, has de tener mucha suerte y hacerlo demasiado bien, y ni eso.
Ah, se me ha olvidado decir una cosa que es sempiterna, que serĂĄ sempiterna per saecula saeculĂłrum, la idiotez que infunde en el ser humano el fanatismo.
En el fĂștbol, en la religiĂłn, en la polĂtica, en la mĂșsica, en un sinfĂn de etcĂ©teras en los que se puede aplicar el fanatismo.
Y ojo, que fanatismo empieza por "fan" y para pasar de "fan" a "fanĂĄtico" solo hay que ser un poco lunĂĄtico.
En fin. Sempiternamente lo que hay que tener es amor.
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