El otro dĂa iba por la calle andando e iban tres maleducados paseando por la acera, parloteando, y trabando el paso a los demĂĄs peatones, que tenĂan un poco de prisa.
Iba detrĂĄs de ellos, y los iba escuchando; por cierto, hay que tener mucho cuidado cuando hablamos en algĂșn lugar pĂșblico, porque no sabes quiĂ©n estarĂĄ escuchando.
Y sobre todo en un bar o en un restaurante, porque la lengua se dispara a causa del alcohol, y decimos cosas que no deberĂa escuchar nadie, salvo los que estĂ©n contigo.
Y como ademĂĄs, en este puñetero paĂs, sobre todo por aquĂ abajo, tenemos el vicio de gritar cuando hablamos, pues miel sobre hojuelas.
Como iba diciendo, iban parloteando, uno hablando de su esposa o pareja, el de en medio callado, y el del otro lado despotricando de su jefe.
E iban los dos hablando a voces, si lo hubieran hecho mĂĄs piano, probablemente no los hubiera escuchado porque iban delante de mĂ.
- Pues harta tela cuando el jefe te estĂ© metiendo la bulla, serĂa genial si fuera un poco menos seguido.
- Pues anda que cuando empieza a reñir la parienta...
Y el que no hablaba, hablĂł:
Lo mejor es ponernos unos botones en los oĂdos, y cuando no quieres escuchar nada ni a nadie, pues clic, y lo apagas, seguramente ahora mismo lo hubiera apagado.
Todos deberĂamos tener el botoncito de marras en los oĂdos porque hay cosas que se escuchan...
Foto de mi amiga Juani Mora. |
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