Papa es un vocablo tan común como la vida misma desde hace casi veinte siglos; pero hasta hoy, y en mi afán por determinar el origen de las palabras que utilizamos normalmente, no he tenido la oportunidad de ver de dónde viene, y a qué se refiere.
Y me he encontrado dos vías etimológicas de las que puede provenir la palabra Papa.
En primer lugar está la vertiente griega, en la que cuenta que Papa viene del griego "παπασ" (papas) = sacerdote, patriarca, y así era como se referían a los obispos en general y después exclusivamente al obispo de Roma.
La otra vertiente, la latina, es un acrónimo de Petri Apostoli Potestatem Accipiens (Apostol Pedro que recibió el poder).
A mí particularmente me resulta más creíble la primera vertiente, me parece más natural, más del pueblo (como podríamos decir); la segunda es mucho más rimbombante, y parece mucho más estudiada y meditada.
Sea como fuera, el Papa (en este caso Francisco, o Jorge Mario Bergoglio) es el líder espiritual de más de mil trescientos millones de fieles en todo el mundo; pero el problema es que de esos millones de católicos...
¿Cuántos siguen, o seguimos, los designios de Jesu-Cristo?
Y no me vale que digamos que el primero que no los cumple es él, por la sencilla razón de que él es también, y ante todo un hombre mortal, al igual que todos los ministros de la iglesia.
Tendríamos que profundizar dentro de nuestra alma para saber sencillamente si lo estamos haciendo bien o mal, es solo eso, no más.
Quizás sería un poco más fácil la vida en este puñetero mundo.
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