¿RecordĂĄis en los dibujos animados de antes, cuando aparecĂa un angelito celeste en un hombro y un diablillo rojo en el contrario de la mujer, o del hombre que estaba pensando en tomar una decisiĂłn, o una actitud ante algo? En aquel momento dije que ganarĂa quien Ă©l o ella quisiera que ganase, pues...
Aunque venza en la batalla de la decisiĂłn a tomar, o del camino que coger, o de la actitud que seguir, aunque el angelito celeste se haga mĂĄs grande hasta hacer esfumarse al diablillo rojo, Ă©ste no desaparece nunca, se abochorna, se agacha y se oculta.
Pueden pasar muchos dĂas, meses, años o el resto de una vida en los que prevalezcan las decisiones del angelito celeste y en los que, por ende, el diablillo rojo permanezca oculto, y lo mĂĄs probable es que creamos que ha desaparecido, que ha dejado de estar en nosotros, pero nada mĂĄs lejos de la realidad; el diablillo rojo, cuando crea que es la hora de aparecer, cuando sienta que alguien lo llama haciendo a su amo sufrir, haciendo daño a su amo o a los que quiere su amo, harĂĄ su acto de presencia, y entonces...
Por ello deberemos de estar siempre alerta, continuamente vigilantes con todo y con todos, porque ese diablo que todos llevamos dentro, unos mĂĄs adentro que otros, en cualquier momento le puede aflorar a cualquiera y comerse de un bocado al angelito celeste.
Y eso, la verdad, sĂ tendrĂa mucho peligro.
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