Nos pasamos la puñetera vida haciendo planes, desde pequeñitos tramamos cosas; qué hacer, cómo hacerlo, para qué hacerlo.
-Cuando cumpla dieciocho años me voy a sacar el carnet de conducir y a ver si mis padres me compran un cochecito.
-Voy a estudiar unas oposiciones para poder colocarme de funcionaria que es lo que me gusta.
-Empezaré a ahorrar dinero para dar la entrada de un piso, para cuando me vaya a casar.
-Estaré contigo el resto de la vida, cuando nos jubilemos nos vamos a dedicar a viajar.
Y así un sin fin de planes, de los más simples a los más sofisticados; se me viene a la memoria mi padre...
Con poco más de sesenta años quiso comprar una máquina de carpintería que vendían a buen precio, (era un magnífico carpintero y ebanista, aunque la mayoría lo conociera como encargado del Mercado de Abastos), quería comprarla para que cuando se jubilara pudiera dedicarse a hacer trabajos sin tener que alquilar las máquinas en las carpinterías del pueblo; no le dio tiempo a jubilarse, cayo enfermo, y nunca se volvió a recuperar, fue en declive hasta que nos dejó un caluroso día de junio.
Hay una frase que expresa literalmente lo que hoy he expuesto:
"Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes".
No hay comentarios:
Publicar un comentario