Hay un dicho muy antiguo que dice: "Si no te ha dolido, no lo has conseguido"; bueno tan antiguo no es, porque me lo acabo de inventar. Podrás tener muchas cosas materiales y espirituales, podrás llegar a cotas muy altas en tu vida, en tus negocios, en tu trabajo, pero si no las has trabajado duro, si no te han dolido, las tendrás, las disfrutarás, pero no las habrás conseguido; simplemente te las han regalado, las has robado, has timado, o en algún que otro caso, te las has encontrado.
En esta vida, para mí, y eso lo saben los que conviven conmigo, los que han sido mis compañeros, e incluso algunos médicos, cuando alcanzo algún logro, mi satisfacción es infinita, y algunas veces consiste solo en apretar un tornillo, que en ocasiones me resulta difícil; por eso, cuando llego al final, y me siento a digerir lo que ha pasado, cojo con las manos vacías el cordón imaginario de la medalla olímpica (de oro por supuesto) y me la cuelgo yo mismo. Esas medallas que te cuelgas diariamente fruto de tu esfuerzo en conseguir logros, en avanzar en etapas de la vida, esas no nos pesan ni nos pesarán en el cuello jamás. Y si no que le pregunten a mi madre, que tiene tantas colgadas, que si las pudierais ver no se le distinguiría el pecho, yo sí las veo; también podéis preguntar a mi hijo Fran cómo llegó a ser respetado en el baloncesto.
Pero hay otras medallas, que se cuelgan muchos y muchas, no por la cabeza, sino por la cara; títulos inexistentes, estudios que no hicieron, textos copiados de otros, sudores de compañeros que jamás sudaron ellos, logros conseguidos por otras personas que se los auto atribuyen...
¿Esas medallas no les pesan en el cuello?
A mí seguro que me mantendrían doblada la espalda del peso que soportaría.
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