Hace unos pocos días vi un reportaje en la televisión en el que un niño lloraba desconsoladamente, lo cogió en brazos una señora mayor, y nada; una chica joven tampoco, un abuelo, un hombre, una señora madura, nadie podía consolar al pequeño.
En esos momentos entró en escena un joven, se acercó al bebé, y lo acunó en sus brazos y seguía llorando; pero al acercárselo al pecho y apoyar la cabeza del chico cerca del corazón, el niño, se asombró por un momento, pero enseguida cerró los ojos y se serenó.
Cuenta el vídeo que la madre murió en el parto, y que el joven, que consiguió hacerlo callar, fue el receptor del corazón de esa madre.
No se si esta historia ha sido real, o si bien ha sido una escenificación emotiva para concienciarnos de que debemos donar nuestros órganos, que una vez que ya no estemos aquí, a nosotros no nos sirven para nada, pero sí pueden salvar la vida a varias personas.
En esta situación probablemente se viera a menudo inmerso D.José Pérez Bernal, que fuera coordinador de trasplantes, y del que me quedo con una de sus frases:
- Los trasplantes dependen de los sentimientos más nobles.
Seamos más nobles con nuestra sangre roja que cualquiera que la tenga azul, y hagámonos donantes de vida; bueno, haceros, porque yo ya lo soy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario