Recuerdo, por un momento, la película de Martin Scorsese: "El lobo de Wall Street", cuyo papel protagonista lo interpretaba Leonardo di Caprio...
Cuando ese chico arengaba a sus empleados a vender humo, timando a miles de personas, y hacia números de las gentes a las que habían engañado y los beneficios que les habían reportado, todos gritaban eufóricos y aplaudían como locos al Lobo, la mayoría "empolvados" de cocaína.
También se me viene a la memoria la película de Ridley Scoot, "Gladiator", cuyo papel principal fue de Russel Crowe; en el momento en que el emperador Cómodo baja el pulgar mirando a las masas, el gladiador vencedor remata al gladiador vencido; y la masa, inmersa en el circo romano, grita y aplaude desaforadamente la muerte del luchador.
Hoy día hay tantos que se sienten adulados por aplausos de personas que, muchas de las veces, están compradas por un bocata y un paseo en bus, como pasaba, no hace mucho, en la clac de los teatros, allí aplaudían los que cobraban para ello.
Si puedes ser aclamado hasta la saciedad, si te aplaude mucha gente al unísono, si corean tus palabras, tus canciones, tus regates, tus arengas, o incluso tus naturales; ten siempre presente que nunca debes presumir de ello en tanto en cuanto no sepas quien te estaba aplaudiendo.
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