No obligues a nadie a quererte, mejor oblígalo a irse. Quien insista en quedarse, es quien realmente te quiere. Siempre seremos para alguien, la persona correcta que conocieron en el momento equivocado.

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01 septiembre 2018

SEÑORA CARMEN.

Mi muy querida Señora Carmen:
Cuando hace casi cuarenta años entré en su casa, me acogieron usted y su marido como si un hijo fuera, siempre me trataron como tal y yo procuré comportarme como lo hacen los hijos.
Hasta la edad de Jesucristo se alargó nuestra relación, que no se rompió del todo, ya que manteníamos el contacto.
Su vida fue dura, como casi la vida de todas las personas que hayan llegado, o tengan su edad, trabajando a destajo cuando no había adelantos en casa, ni para lavar, ni para fregar, ni para limpiar ni para hacer de comer; una vida llena de achaques que tuvo que sobrellevar  a diario, y que le impedían hacer muchas de las cosas que le hubieran gustado; mimó usted a su marido, y cuando éste nos dejó, tuvo un importante declive emocional.
El viernes se marchó usted calladamente, de mañana, casi a escondidas;  hablábamos esporádicamente por teléfono y esa noche me acerqué a hablarle por última vez, en silencio.
Solo me queda darle las gracias por todo lo que me apreció, y quizás me quiso, decirle que el afecto y el respeto fue mutuo, y desearle con toda mi alma, que su Virgen de los Dolores la acoja en ese regazo donde recoge a todos y todas los que la aman, y que Élla le otorgue la levedad de la tierra.
Nadie muere si es recordado.
Descanse en paz Señora Carmen.
Éste que no la olvida...

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