El ser humano que no tiene, o tiene poco, siempre sueña con la abundancia.
Desde soñar con una opĂpara comida los que normalmente no tienen ni para una comida diaria, a ilusionarse con una fortuna para dejar definitivamente de trabajar y vivir a la bartola.
Somos avaros por naturaleza y no nos gusta compartir lo que nos creemos que es nuestro y que en realidad es prestado, ya que para el Ășltimo viaje no nos llevaremos nada.
Hemos tenido en nuestro paĂs Ă©pocas muy importantes de abundancia, pero incluso despuĂ©s de escuchar mil veces el cuento de la hormiga y la cigarra, el estado, las autonomĂas, los municipios y en nuestras mismas casas hemos despilfarrado el capital que nos llegaba en abundancia, y cuando llegĂł el invierno, la mayorĂa no tenĂamos para echarlo fuera.
Todos, bueno todos no, nos hemos apretado el cinturĂłn, estamos intentando guardar para cuando no haya, no como hicimos antes, y prevemos que en un momento futuro, o no tan futuro, tendemos que echar mano de esos posibles ahorros.
Ahora bien, el mecanismo que creĂł la abundancia, es realmente cierto que nos indujo al consumo desaforado, la abundancia nos abocĂł a pedir para gastar incluso mĂĄs de lo que tenĂamos; se pedĂan hipotecas para comprar todo-terrenos, o prĂ©stamos para ir al RocĂo, y lo peor es que la mayorĂa entramos en ese cĂrculo vicioso de relacionar la abundancia con el gasto extremo; organismos oficiales que incluyeron ingresos extraordinarios para contratar a gente ocasionando un gasto corriente, que cuando acabaron los ingresos extraordinarios no tenĂan como pagar; algunos ayuntamientos tienen una deuda de 12.000 euros por habitante; si sumamos la deuda propia, la cuota que nos corresponda de la municipal, la autonĂłmica, la nacional, la europea o la mundial, seguramente no terminaremos de pagarla en la vida; ni nosotros, ni nuestros hijos, ni nietos, ni...
"El que crea la abundancia, al final, nos deja en la pobreza."
Y eso es asĂ, como que el mundo es mundo.
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