En mi caseta de feria tenemos una costumbre desde hace mås de veintiocho años, conceder nuestra insignia de oro a personas e instituciones que hagan algo importante por nuestra ciudad.
En las reuniones para el nombramiento anual, casi nunca ha habido unanimidad en el conjunto de socios para la concesiĂłn de nuestro "pin" dorado.
No hay unanimidad en condenar la violencia, ni unanimidad en el respeto a las inclinaciones sexuales de cada una de las personas, tampoco en como regir un mundo, un continente, un paĂs, una comunidad, o un ayuntamiento, mĂnima expresiĂłn de gobierno pĂșblico a nivel mundial.
Es muy difĂcil encontrar la unanimidad en cualquiera de los avatares de nuestra vida, es casi imposible que en alguna reuniĂłn, decisiva para algo, hay unanimidad.
Pero como en toda regla, las discrepancias usuales del dĂa a dĂa, tienen una gran excepciĂłn:
"La reuniĂłn para subirse el sueldo en algunos ayuntamientos".
Muchos de los plenos reunidos, y en esta cita y en el orden del dĂa, tuvieron a bien subirse el sueldo por unanimidad; desde el 3,50% de unos, hasta el 40% de otros.
Nos imaginamos una empresa en la que todos los trabajadores se reĂșnen en un pleno extraordinario y como Ășnico punto del orden del dĂa, deciden subirse el sueldo un tanto por ciento elevado.
¿QuĂ© dirĂan los jefes o propietarios de la empresa?
Los jefes, tendrĂan la posibilidad de despedir a los empleados.
Pero a estos otros...
¿QuiĂ©n los despide?
Y de la reforma laboral ni hablamos.
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