Esta frase, como tantas otras, no tiene un origen
concreto, sino que es fruto de una asimilación o comparación con algo real y
muy cercano, que por eso mismo, goza de popularidad y acaba fijándose al
lenguaje.
El puño sirve de referencia para frases ponderativas
sobre el tamaño. Antiguamente se usaba por defecto y por exceso, es decir o comparar muchas cosas; tanto se decía: esa oveja es como un puño (para decir que era pequeña),
como se decía: ese guisante es como un puño (para decir que era muy grande).
En la actualidad solamente es corriente el uso que otorga
un gran tamaño, y son habituales frases como: diamantes como puños,
lágrimas como puños y verdades como puños.
Sabemos el tamaño habitual de un diamante o de una
lágrima y podemos comprobar lo exagerado de la frase, pero una verdad no tiene
presencia sólida ni tamaño; mas aún así se asimila el uso ponderativo y se
acepta el significado de una verdad muy grande, muy cierta y, nuevamente, acudiendo a la imagen de un puño, muy sólida.
Lamentablemente vivimos en una era en la que las verdades son como guisantes, y en muchos casos, en muchísimos diría yo, como humo, porque no existen.
Hemos asistido al brutal deterioro de la ideal imagen de la democracia norteamericana con esa sarta de mentiras, pataletas y falsas acusaciones expresadas por un señor que no ha sabido o no ha podido ganar unas elecciones y que no se conforma con su derrota.
Y si nos pasamos un poco por el palacio vigilado por dos leones en la Carrera de San Jerónimo de Madrid, no quiero ni hablar de ello.
Menos mal que esos leones "decapita-mentirosos" son de bronce, que si no...
"En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario".
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