Ayer estuvimos celebrando dos
cumpleaños, y tenía tan presente, tan cercana, tan reciente, la celebración del
año pasado; que no he tenido más, que rendirme a la evidencia; y para colmo,
salieron a la luz en la sobremesa, unas sevillanas de Romero Sanjuán, (pasa la
vida) que vienen a huevo, para protestar enérgicamente porque…
¡En mi calendario, se ha
instalado perpetuamente el otoño!
Joder, cómo caen las hojas, una a
una, en una sucesión de semanas y meses; cómo, ninguna de ellas tiene ni
siquiera un atisbo, de quedar prendida al árbol del almanaque. Y si alguna vez,
intentas recogerlas del suelo para volverlas a pegar, imposible, no hay
pegamento conocido que pueda hacerlo.
Caen las hojas del almanaque y no
has notado que están cayendo. Caen a plomo, tus ilusiones y tus bellos sueños;
caen los días del cariño, del amor; caen los días de gloria, y ves que de tu
obra, casi no queda ni la memoria. Caen las hojas de la juventud, calladamente,
y caen irremisiblemente, las hojas
diarias de la vida, con su triste carga de desengaños.
Caen las hojas del almanaque,
igual que las gotas del agua del río, cuando buscan la inmensidad del mar, pero yo quiero negarme, a seguir indiferente, allí donde me quieran
llevar.
Ha sido un placer, volver a celebrar
cumpleaños, ojalá y aunque las hojas sigan cayendo tan rápidas (porque van a
seguir, y cada vez más), podamos celebrarlos durante muchos años.
Soñad con hacer cosas, ¡pero
hacedlas!, que las hojas caen y caen; y ya que caen, por lo menos que caigan,
llenas de apuntes de lo que tenemos que hacer, día a día; donde habremos anotado,
para que no se nos olviden, todas las ilusiones y tareas diarias.
Que tengáis hojas de calendario
repletas de anotaciones de sueños, y que se cumplan.
Foto de mi amiga Juani Mora. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario