No obligues a nadie a quererte, mejor oblĂ­galo a irse. Quien insista en quedarse, es quien realmente te quiere. Siempre seremos para alguien, la persona correcta que conocieron en el momento equivocado.

Seguidores

09 junio 2013

MI CALLE

SubĂ­a cuesta arriba, hasta la Huerta Barrera (hoy barriada Cuerno de Oro), olĂ­a profundamente a uva pisada, perfume que se evaporaba por la ventana de la taberna del Kiko, por donde se descargaba la uva en perĂ­odo de vendimia. Moscas, ni te cuento; atraĂ­das por el dulzor de la uva blanca, madre de exquisito mosto que se destilaba en esa bodega.En las noches de estĂ­o, mientras en el patio de la taberna, se degustaban cuartillos de vino, yo hacĂ­a cada verano de mi adolescencia y juventud, mi particular master en licenciado en la vida.
Tiene nombre de batalla naval muy famosa; Lepanto, y como buen mar de asfalto, las barcas de los vecinos de la calle, se desplegaban a lo largo del canal, cuando la luna empezaba a acurrucar al sol para que se durmiera y el frescor nocturno despejaba el bochorno del medio dĂ­a y de la media tarde.
La calle, se llenaba de sillas, butacas de playa, butacones, y poyetes de casa y bordillos de acerado, para acoger a la larga familia que se citaba cada noche, y volaban palabras al viento. Palabras importantes, tan esclarecedoras de la vida, que yo, que no paro de hablar, no hacĂ­a otra cosa que escuchar.
Personas mayores, que dejaban en el aire, su impronta de sabiduría, su sapiencia del tiempo, su sabor añejo de la vida vivida a sorbos (no como ahora que la vivimos a buches). Cuånto escuché en esos años, y cuånto aprendí; no podía ser menos con: Doña Luisa, Niño Roca, Pepe López, Francisco, Bejarano, mi recuerdo a todos ellos, y gracias por haber compartido un trozo de vuestra vida con los demås.
Casa donde se criĂł mi amigo Bejarano en la calle Lepanto.



No hay comentarios:

Publicar un comentario