Hace casi treinta y tantos años,
cuando nos conocimos, jamás pude sospechar que podía estar tan enganchado a ti,
como estuve.
Hoy hace exactamente setecientos
treinta días, que no acaricias mis manos, diciéndome que estás ahí.
Veinticuatro meses, que no rozas
mis labios con tus tibios besos blancos.
Ciento cuatro semanas, que no me
acompañas en mis salidas, que no estás conmigo, que te veo, pero que no te
siento.
Dos años, que te esfumaste - eso
deseo -, definitivamente de mi vida; y que ya sólo te recuerdo en una nube de
mi memoria (como diría Albert Hammond).
Gracias a Dios, y a una ayuda
inestimable, no te echo de menos, incluso soporto tu presencia, aunque te esté
acompañando otra persona.
Ya no despierto de madrugada
pensando en ti; he encontrado cosas que hacer, para los momentos que compartía
contigo; tu figura, se pierde cada vez más lejos en las brumas de mi memoria;
incluso, puedo soportar que visites mi casa, con otras compañías. Lo que sí, no
podré olvidar nunca, y distinguiré siempre, incluso a mucha distancia, será tu
embriagador perfume.
Como dijo el galeno, siempre
quedará un rescoldo de tu vida junto a la mía, en un rinconcito de mi alma. El
que ha sido fumador, seguirá siendo fumador, toda la vida, aunque no ejerza.
¡Qué bien se está sin fumar!
¡Qué bien se está sin fumar!
No hay comentarios:
Publicar un comentario