¡QuĂ© complicados son hoy en dĂa
los precintos de las cosas!
¡QuĂ© difĂcil, abrir una botella
de aceite, un bote de medicinas, un paquete de queso rallado! En fin, que a
veces se hace difĂcil abrirlo todo; incluso los corazones.
Anoche, me acordé, de uno de los
precintos mĂĄs fĂĄciles de abrir de la historia del comercio; el capuchĂłn de
papel de la gaseosa. DevolvĂas el casco, lo lavaban, lo llenaban de nuevo, le
ponĂan el capuchĂłn y precintada como nueva. QuĂ© tiempos de gaseosa, de barras
de nieve para la nevera (no el frigorĂfico), de gazpacho “majao”, de peladura
de pepino que tu madre te ponĂa en la frente para refrescarte, cuando regresabas del cole a
medio dĂa, por estas fechas calurosas, para volver luego por la tarde.
¿QuiĂ©n anda diciendo por ahĂ, que
hemos retrocedido en el tiempo?, no sĂ© cuantos años……
Eso es imposible, las agujas del
reloj son incontestables, siempre van adelante;
las jeringuillas de insulina, ya no se hierven en una funda de latĂłn,
las especias, la harina, el azĂșcar, los garbanzos, las lentejas y tantas y
tantas cosas, no se pueden comprar
envueltos de papel de estraza, es difĂcil encontrar pan de horno de
leña, Ăbamos andando y venĂamos andando del cole, con los libros en el cuadril;
las madres lavaban la ropa en lebrillos, las cocinas y las copas (braseros)
funcionaban con carbĂłn….etc,etc.
Cualquier tiempo pasado, no fue
mejor, ni peor; solo fue un tiempo que nos toco vivir, y que como tal hay que
recordarlo. Mañana siempre serĂĄ otro dĂa.
Desprecintad vuestros sueños, y dejadlos volar.
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