Hay que ver, lo antiguo que
es el mundo, sobre todo, para nosotros los humanos, que lo más que llegamos a
perdurar en él; son 70, 80, 90 o algunos
años más.
Hace casi 2500 años, o sea,
aproximadamente 60 o 70 generaciones anteriores a nosotros, los griegos,
determinaron unas virtudes, llamadas virtudes cardinales, que formaban a un
ciudadano, útil, relevante, y perfecto.
Esas virtudes no eran: ser
virtuoso del balón, ser virtuoso en los negocios, ser virtuoso en la bolsa, ser
un virtuoso del violín, ser un virtuoso político, o un virtuoso de la guitarra, tampoco de los
pinceles, no de la cocina.
La prudencia, que viene de
ejercitar la razón en todo lo que se hace, la fortaleza, para ejercer las
emociones, la templanza de dejar que la razón aplaque los deseos, y la
justicia, que mantiene a los otras tres juntas, haciéndonos ecuánimes.
Sólo, si fuéramos capaces de
aplicar estas virtudes, en nuestro día a día, seguro que modificaríamos el transcurso
de nuestro vivir diario, y el de quien nos rodea.
Aplicando estas virtudes a
nuestra vida cotidiana, tendríamos fe en el ser humano, esperanza en que puede
haber un mundo mejor, y caridad con los necesitados, porque seríamos justos.
Disfrutemos la virtud de ser
justos, no justicieros. Prudentes, no temerosos. Fuertes, no avasalladores. Y
justos, no arbitrarios.
Solo nos debemos permitir,
ser virtuosos en los sueños, eso no debe ser malo; buenas noches y felices
sueños.
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