No obligues a nadie a quererte, mejor oblĂ­galo a irse. Quien insista en quedarse, es quien realmente te quiere. Siempre seremos para alguien, la persona correcta que conocieron en el momento equivocado.

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02 junio 2013

PASTILLA.

QuiĂ©n algĂșn dĂ­a al levantarse, no se ha hecho eco de la canciĂłn de Martirio: “Estoy mala”.
Algunos dĂ­as, cuando suena el despertador, estoy malo, tan malo, que no tengo ganas de “na” y necesito una pastilla, “pa” ponerme a funcionar.
Esa pastilla, que yo y todos necesitamos algĂșn dĂ­a al levantarnos, no se puede fabricar en ningĂșn laboratorio farmacĂ©utico, no tiene color, no tiene sabor, no tiene textura, no la puede recetar el mĂ©dico, ni se puede tragar con un vaso de agua y evidentemente no puede ser genĂ©rica. 
Esa pastilla, tiene marca, tiene nombre y apellidos: tus padres, tus hermanos, tu pareja, tus hijos, tus amigos, tus compañeros de trabajo, incluso, y es totalmente cierto, quien en un momento determinado, se sienta a tu lado a compartir contigo, un viaje  en el tren, una cola cualquiera, una sala de espera de un hospital.
Esa pastilla te la puede dar el camarero que te sirve el cafĂ© por la mañana, el conductor del autobĂșs que te da los buenos dĂ­as cuando te abre la puerta, el peque que van con la mochila camino del cole y te sonrĂ­e cuando lo miras.
Esa pastilla, a veces, es mas necesaria que la de la tensiĂłn o la mismĂ­sima del SINTROM (que me acabo de dar cuenta que es un acrĂłnimo de "sin trombos".

Busquemos esa pastilla, cada vez que la necesitemos, y seamos pastilla en cada momento que veamos que alguien la necesite.

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