Desde pequeño empezamos a sentir y a sufrir dolores; dolores físicos y psíquicos, a no ser que padezcas esa enfermedad genética apellidada: "Analgesia", insensibilidad al dolor físico, pero no al psíquico.
Desde pequeño, los que no la padecen, no tienen más remedio que padecer dolor, desde sentir los clásicos dolores de barriga por los gases de la lactancia, y el crecimiento de los dientes; hasta los padecimientos previos a la muerte.
Todos esos dolores van formando tu ego físico; por ejemplo:
El que tiene los pies planos, acopla su caminar para evitar el dolor que produce en las rodillas andar con los pies hacia afuera, "como un pato".
Te acostumbras a los dolores físicos y vas haciendo todo lo posible por evitarlos con costumbres, modos, posturas, y demás hábitos diarios.
Con los dolores psíquicos pasa tres cuartos de lo mismo; tengas la forma de ser que tengas; alegre, dicharachera, huraño, reservada, serio, "mamón" o hija de la gran madre, te acostumbras a vivir con ese dolor, así como con tus fobias, tu hipocondría, tu miedo a los perros, tu pánico a volar, etc.
Esos dolores, físicos y psíquicos (como dice el genial Luis Lara, cuya "P" no sabemos para qué sirve, al igual que la de Mapfre o la de Benalup); como digo, esos dolores son los que fraguan a la persona adulta y lo acompañan hasta el fin de sus días.
"Todo hombre, o toda mujer, se parece a su dolor."
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Foto extraída de la página: xlsemanal.com |
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