Las penas y las alegrías, la cara y la cruz, el ying y el yang, la ida y la vuelta, la portada y la contraportada.
Todo en esta puñetera vida tiene el anverso y el reverso, esto hace que nuestra existencia esté entretenida; hace que vayamos viviendo en una montaña rusa, subiendo y bajando, algunas veces cerca del mismo cielo y otras, las muchas, navegando en el vagón por el suelo de los infiernos.
Sin una cosa no hay otra, si no hubiera pena no existiría la alegría que produce superar la pena.
Pero lo que si debemos tener en cuenta son las penas y las alegrías ficticias, que parecen reales, pero que no lo son.
El límite entre la pena y la alegría es fluctuante, sube y baja depende del estado de ánimo de cada uno.
Hay penas absurdas, por penar por cosas que no merecen la pena hacerlo; así como hay alegrías fingidas producto de ingredientes: alcohol, "cigarritos raros", o algunas cosas más duras.
Tú puedes penar por no tener a final de mes 3000€ de sueldo, y sin embargo, hay mucha gente que es feliz con uno de 1200€.
Puedes penar por no tener coche en un momento determinado, no obstante muchos celebran el poder andar bien.
Otras penas relativas son las penas de amores, hay momentos en los que lloras por personas que creías que te amaban y te la pegaron como un vil imbécil.
Todo es relativo, como la vida misma, las penas y las alegrías, dependen del cristal.
Los aficionados del Barcelona o del Real Madrid están sumamente apenados porque no han ganado la liga, sin embargo los de mi querido Betis, felices; y los del Elche ni te digo.
Si nos calzáramos en algún momento uno u otro zapato otro gallo nos cantaría.
"Si exageráramos nuestras alegrías como hacemos con nuestras penas, muchos de nuestros problemas perderían importancia. "
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