Hay pocos triunfos en la vida que no vengan acompañados de fracaso, de mucho trabajo, de un esfuerzo extremo, de mucha pråctica.
Nada es fåcil, quizås pueda excluir de esta afirmación a los especuladores y a los vendedores de humo; éstos hacen su agosto con los ilusos que creen a pies juntillas esos credos.
Se puede tener mĂĄs o menos arte, pero el trabajo es fundamental.
Y si tienes la capacidad de ganar después de miles de patadas, de cien "carzos" (zancadillas, palabra vulgar que se usaba cuando yo era pequeño y que supongo que derivarå de "calzo") de un sin fin de putadas, o de un largo y extenso sufrimiento, el triunfo tendrå una celebración especial.
Cuando admiras el rojo de una rosa, cuando disfrutas de su excelso perfume (cuando las rosas son de un jardĂn, las otras, pierden su aroma como todo lo producido en un criadero en masa); cuando rozas su aterciopelada textura, disfrutas de exquisitos placeres.
Y lo que sĂ es cierto, real e incontestable es que el tallo de la rosa estĂĄ lleno de espinas, y pinchan de verdad.
Si tuvieras que acariciar una rosa de principio a fin, si quisieras vivir una vida plena, coronada con éxito, no te quepa la menor duda que te tendrås que pinchar, bastantes mås veces, que disfrutar de ella.
No hay rosas sin espinas.
Ah, por cierto...
"Admira, contempla, perfĂșmate, siente su roce, bĂ©sala incluso, pero no cortes nunca una rosa, porque lo Ășnico que harĂĄs serĂĄ abocarla a la muerte".
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Foto extraĂda de la pĂĄgina:amazon.com |
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