En la vida deberíamos estudiar concienzudamente la proyección de nuestras decisiones, las consecuencias que ellas nos pueden acarrear, y así mismo, las consecuencias que pueden conllevar las gentes que conviven con nosotros.
Uno de los ejemplos más sangrantes de esta afirmación es este ejemplo que os cuento:
Si cuando con 12,13 o 14 años hubiéramos valorado correctamente la proyección que tendría aceptar la invitación de los más "valientes", más "creídos", o simplemente los más mayores, de probar ese lío picado que al quemarlo por fuera, también te quemaba por dentro y que con el paso del tiempo incluso creías que te producía placer, seguramente muchas de las enfermedades que nos hubiera acarreado como: el cáncer de pulmón, la arterioesclerosis, bronquitis crónica, hipertensión, úlcera gastrointestinal, y un sin fin de problemas más producidos por el consumo de tabaco, no hubieran aparecido.
Y no solo eso, también, como se ha demostrado no hace mucho, quienes conviven contigo, las personas a las que, en teoría, más quieres, también son propensas a padecer estas enfermedades por el humo que respiran a tu lado.
Si hubiéramos pensado en la proyección...
Pues todo en esta vida es completamente igual.
Siempre sería necesario, si se puede, valorar detenidamente las consecuencias a largo plazo de los actos que voy a realizar, las palabras que voy a decir, los tratos que voy a ejecutar, los negocios en los que voy a invertir, y la proyección de estas acciones.
Al final, solo al final, se verán las consecuencias de fumar, no cuando empiezas.
![]() |
Foto de mi amigo Manuel María (creo), torre de San Eustaquio, Sanlúcar la Mayor |
No hay comentarios:
Publicar un comentario