Muchas
veces me he preguntado si merece la pena la fama, si realmente es coherente el
vivir pendiente de quién te puede estar observando, quién puede estar vigilando
con la cåmara o micrófono en mano, quién te puede estar esperando para acabar
contigo y hacerse con tu fama.
¿Te
pagan por ir a programas del corazĂłn?
¿Merece
realmente la pena?
Recuerdo que, cuando el rey Felipe era pequeño, veĂa
en las noticias cĂłmo lo dejaban en el colegio, se bajaba de un coche, seguido
de uno o varios coches negros, y entraba en la escuela; seguro que dentro
tambiĂ©n estarĂa vigilado.
Entonces
me preguntaba:
-¿QuĂ©
pasarĂĄ cuando coja su primera “papa”?
-¿PodrĂĄ
salir con quien quiera?
Me
parecĂa una vida difĂcil de soportar para mĂ; aunque sea con todos los gastos
pagados y con un buen sueldo.
¿CuĂĄnto
vale la libertad?
Los
que se aferran a la fama existen de por vida presos de ella; aunque la fama sea
a veces pasajera; aunque la fama sea espuma, como la del gel de baño,
perfumada, placentera pero tambiĂ©n efĂmera.
Recuerdo
que habĂa una serie con ese nombre que hablaba del esfuerzo que hacĂan los
alumnos de la escuela de arte por alcanzar su meta de triunfar en el
espectĂĄculo; para mĂ eso no es tener fama, el que trabaja a diario por
conseguir sus sueños, el que lucha cada hora para seguir adelante, ese sĂ
merece la fama.
Porque
no es lo mismo hacerte famoso, a que te hagan famoso, aunque a veces pueda
haber una dualidad en ello.
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