Nuestro cerebro, en condiciones normales, estĂĄ todo el dĂa pensando y tambiĂ©n la noche, aunque en el sueño no recordemos todo lo que pensamos.
Elucubramos mil cosas que pensamos que van a ocurrir; cosas que entran dentro de las posibilidades de que puedan pasar y eso al final es contraproducente para el desarrollo de nuestra vida diaria.
Podemos pensar verdaderas barbaridades, verdaderas burradas que se nos pueden pasar por la cabeza, muchas irrealizables por vergĂŒenza, miedo, temor a represalias, o el mismo temor a Dios.
Y lo peor de todo es que la mayorĂa de ellas no nos da tiempo a decidir si queremos pensarlas o no, pero lo cierto y verdad es que nos pasan por la cabeza.
TambiĂ©n es cierto que hay cabezas, y cabezas; hay algunas que tienen la capacidad de desconectar esa factorĂa de sandeces y consiguen meditar sin pensar en nada.
Pero la mayorĂa nadamos a diario en un mar de tiras y aflojas, de dimes y diretes, de yin y yang; la mayor parte de nosotros nos creemos hasta que, esas cosas que pensamos, vamos a poder conseguirlas.
Pero la realidad es que "no debemos de creernos todo lo que pensamos".
La mayorĂa de las cosas no son como las pensamos, solo un ejemplo:
Cuando un matador se viste de torero, normalmente, piensa una y mil veces las faenas que proyecta hacer esa tarde, lo malo es que despuĂ©s sale el toro y pone cada cosa en su sitio. PodrĂa hablar tambiĂ©n, de una amiga, a la que dieron trabajo, pensĂł mil veces lo bien que le iba a ir; al final, tres meses debidos de sueldo y despedida por no se quĂ©, ah y a travĂ©s de washapp.
La clave de porquĂ© nos creemos lo que pensamos, es que pensamos para nosotros solos; y en nuestros pensamientos, hacemos actuar a los que nos rodean segĂșn nosotros vamos cavilando, segĂșn nuestros intereses, y eso...
Eso es lo que menos nos tenemos que creer, el cĂłmo van a actuar los demĂĄs.
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