¿Dónde vas tan solitario
señor
con tus brazos maniatados?
¿Es que no hay nadie, por
amor
que suba a desatarte?
¿O es que seguimos apretando
cada día aún más fuerte?
¿Por qué miras de soslayo?
¿Es que esperas otra
traición?
O es que de tantas
traiciones
y aun siendo el redentor
sientes pena por nosotros
que te producimos dolor.
Iluminado señor cautivo
con la tenue luz de los hachones
y el fino aroma de tus
flores
¡Proclamas ser el hijo de Dios
vivo!
Y Sanlúcar te da calor
con la llama de sus
corazones.
Y ya estás en tu casa, Señor
en tu barrio y en tu calle,
y cuando llegues al final
y la cera blanca se apague;
un año más esperaremos
para verte en la calle.
De mi pregón de Semana Santa de 1992.
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Foto de la página de facebook de la Hermandad. |
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