El otro dĂa, una muy buena amiga, me enviaba un "post" , mejor dicho, un "cuadrito", con este texto:
Que los girasoles buscan la luz del sol, eso todos y todas lo sabemos.
Lo que no sabĂa yo, y ni creo que muchos, es que en dĂas nublados se miran unos a otros buscando la energĂa en el de enfrente.
No se quedan mustios, ni con la cabeza baja, ni agachados, ni acongojados, ni pĂĄlidos ni temerosos porque no hay sol...
Se miran unos a otros... erguidos y hermosos.
Como en casi todas las ocasiones, la respuesta a nuestros problemas, a nuestras divagaciones, a nuestras dudas, a nuestros retos, estĂĄ en la naturaleza.
Es la naturaleza la que nos enseña.
No todos las fechas tenemos el sol que nos ilumine el dĂa, no todas las jornadas podemos sonreĂr y ser medio felices, no todas las etapas de nuestra vida son eternas, pero tampoco efĂmeras, pero seguimos sin mirar a la madre naturaleza.
Es difĂcil que la mayorĂa de personas en todos los momentos de nuestra vida tengamos al sol de cara, mĂĄs bien dirĂa en pocos o no muchos, por lo que necesitamos por cojo... de los demĂĄs.
Si no tenemos el sol todos los dĂas, que serĂĄ lo mĂĄs probable, nos deberĂamos tener los unos a los otros, que para eso estamos.
El que quiera ver, que vea; el que quiera oĂr, que oiga; y el o la que tenga confianza en la no necesidad de dejar su hombro para que se apoye quien lo necesite, despuĂ©s que no busque donde apuntalar su desazĂłn cuando la mañana estĂ© nublada.
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