No obligues a nadie a quererte, mejor oblígalo a irse. Quien insista en quedarse, es quien realmente te quiere. Siempre seremos para alguien, la persona correcta que conocieron en el momento equivocado.

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19 junio 2019

HIPOTECA VITAL.

Tom Keating es un anciano de 80 años que residía en una residencia de Liverpool; hace unos meses enfermó, Tom nunca se casó y vivió toda su existencia con su madre Ada Keating.
Al caer Tom enfermo, Ada, de 98 años, (o más bien podríamos decir Hada) cerró su casa y se marchó a la residencia donde estaba su hijo para cuidar de él.
¡Ochenta años cuidando a un hijo y lo que le queda!
Todos estamos muy felices cuando nace nuestro hijo, todas celebran la venida de un nuevo vástago; pero no son conscientes, se van enterando progresivamente, que ese hijo o hija es una hipoteca para toda tu vida; lo normal es que los padres se vayan antes que los hijos, si no es así, y se marcha antes un hijo/a que un padre o madre la hipoteca se convierte en un suplicio de por vida.
La hipoteca vital de los hijos no solo es económica (crianza, ropa, comida, médicos, colegios, universidades, libros, coches, teléfonos, en una parte de la vida, y ciertamente es la menos onerosa, está la más difícil de sobrellevar la hipoteca sentimental.
Hay padres y madres que se evaden de la hipoteca económica buscando mil triquiñuelas para omitir su obligación, pero lo más grave es que hay algunos/as que eluden más o menos su voluntaria hipoteca sentimental.
La hipoteca sentimental empieza para un padre (un hombre de verdad) y para una madre (una mujer de verdad también) cuando el pediatra se lleva al niño para reconocerlo inmediatamente después de su nacimiento, o más bien en cuanto le comunican a la madre que está embarazada;  y termina cuando esos padres expiran su último aliento pensando que va a ser de sus hijos en este mundo.
Entre medio de esos dos actos, de esas dos efemérides, están muchísimas noches sin dormir; penas, muchas más que alegrías; preocupaciones, nerviosismo, etc., etc.
Todo ello, contando con que es un hijo o hija sin enfermedades, taras, defectos físicos de nacimientos, y que, dentro de lo que cabe, circulen por un camino "normalito" en su vida.
Ada Keating firmó su hipoteca vital con dieciocho años, y ochenta años después todavía la está pagando, y después decimos de los bancos.

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