Muchas veces me acuerdo de mi padre q.e.p.d., dieciocho años que se fue, desde que tengo uso de razĂłn siempre me decĂa señalando una regla, o algo que estuviera muy recto:
- Mira hijo, el camino que has de seguir en la vida es como esa regla, desde aquĂ donde estĂĄ el cero (que es cuando naciste), hasta el nĂșmero que llegue; el camino correcto y mĂĄs corto es el recto; pero si te sales de la lĂnea recta, tendrĂĄs que andar mĂĄs y peor para llegar al mismo sitio.
Todas las vueltas que le demos es para nada, al final mi padre llevaba y todavĂa lleva razĂłn; y como hijo aplicado y obediente, se la doy y procuro no salirme demasiado de la lĂnea recta.
Pero todos coincidiremos que una lĂnea es demasiado fina para no salirse nunca en una mediana existencia, y aunque todo se podrĂa hacer sin evadirse de la regla, hay momentos en los que creemos que no hay mĂĄs remedio que hacerlo y lo hacemos.
DespuĂ©s, nos quedarĂĄ esa rĂ©mora del remordimiento de conciencia por el paseo dado fuera de lo establecido durante bastante tiempo; y algunos de esos paseos nos tintinean en nuestra cabeza hasta el Ășltimo dĂa.
Hay algunos y algunas que van dando bandazos gran parte de su vida, andando mucho por fuera del camino, con los zapatos llenos de barro y yerbajos, para al final salirte de la vida por el nĂșmero de la regla que te toque.
Dicen los que volvieron por un rato y por algĂșn tiempo, que cuando se llega al final de la regla, en los Ășltimos pasos te da tiempo de mirar atrĂĄs y ver todas las pisadas que fuiste dejando por fuera del camino, y a muchos se le saltaron las lĂĄgrimas en el Ășltimo paso.
A otros/as habĂa que darles no una, sino un puñado de veces con la mismĂsima regla en la cabeza.
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