No obligues a nadie a quererte, mejor oblígalo a irse. Quien insista en quedarse, es quien realmente te quiere. Siempre seremos para alguien, la persona correcta que conocieron en el momento equivocado.

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18 mayo 2018

LA MANO EGOÍSTA.

El egoísmo, esa enfermedad congénita que va de padres a hijos en el ser humano y que se nos revela desde muy pequeños, cada vez invade más nuestra existencia, cada vez  las personas somos menos altruistas, menos misericordiosas; cada vez necesitamos más para tener más, cada vez menos generosos; y él o la que es generosa se está convirtiendo lamentablemente en un bicho raro.
Eso se ve por doquier, en cualquier sitio donde entres, a cualquier lado donde te acerques, en donde quiera que estés; desde el niño que le quita el dulce al compañero o compañera en la guardería, al que se queda con todo, hasta con lo que no es suyo.
Hay una cosa más indecorosa que el egoísmo; es el egoísmo que te coge de la mano.
Siempre se ha dicho que no se puede dar tanto, porque hay muchos o muchas que les das la mano y te cogen el codo o incluso hasta el mismo brazo.
Lo mismo pasa con los o las que emulan al sastre de Campillo, ilustre costurero del refranero español, sastre que era tan generoso que te cosía el traje e incluso ponía el hilo y nunca estuvo agradecido.
Pues la mayoría que son como el susodicho sastre, al final se quedarán mancos, porque el que nace de una forma es difícil que cambie, tanto para el que da, como para el que trinca.
Algún día, cuando el saco de los egoístas esté tan lleno que no se pueda ya ni trasportar de un lado a otro, y los otros y las otras estén mancos de ambos brazos, estallará una revolución en la que a patadas (obvio al no tener brazos) serán expulsados de la sociedad.
Y una reflexión más, si son egoístas para lo bueno, ¿por qué no son egoístas también para lo malo y se comen todos los marrones?...
Como diría mi admirado Chiquito de la Calzada: ¡Nooorrrr!



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