AsĂ se inicia la frase: "Lava me Domine, ab inquitate mea et a peccato meo munda me" (LĂĄveme Señor de mi pecado y purifĂqueme de mi delito), mĂĄs o menos es lo que el sacerdote pronuncia antes de comenzar el sacrificio de la eucaristĂa; hoy ya en muchos oficios religiosos estĂĄ en desuso.
Posiblemente Poncio Pilato (quinto perfecto de Judea), cuando, y segĂșn las escrituras, se lavĂł las manos despuĂ©s de mandar a JesĂșs a crucificar, tambiĂ©n pronunciarĂa algo parecido, "lava me..." para purificarse del oprobio que pudiera estar cometiendo, y asĂ evitar la sensaciĂłn de culpa despuĂ©s de la advertencia de Claudia PrĂłcula.
Hoy en dĂa, ni con una riada de "tropecientos" hectĂłmetros cĂșbicos de agua, serĂa suficiente para lavar tantas manos manchadas, sucias y hasta podridas en este nuestro paĂs.
Siendo eso asĂ, habrĂa que estar echando agua y desinfectante durante años para limpiar toda la porquerĂa en la que nadamos en estos tiempos y que ensucia ineludiblemente nuestra relaciĂłn con los demĂĄs, haciendo increĂbles las promesas que nos hacen a menudo, sobre todo en Ă©pocas de elecciones; por cierto, ya muy cercanas.
Y el problema es que no hablan nunca que no sea en su propio beneficio, o para echarse flores por las cosas, muchas o pocas, que hayan hecho bien.
JamĂĄs he escuchado, o quizĂĄ mi memoria no recuerda a ninguno o ninguna que haya empezado una comparecencia, o una rueda de prensa o un mitĂn diciendo:
-Lava me...
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