Hago
crucigramas, cuando mis ojos me lo permiten, y eso me mantiene la mente
ejercitada; desde hace mucho, me ha llamado la atención una palabra que aparece
muchas veces en ellos: ARA; su significado es altar, pero...
Hoy me he propuesto descubrir el por qué y qué es este ara.
Hoy me he propuesto descubrir el por qué y qué es este ara.
El
ara, fue el altar de los sacrificios greco-romanos de sangre, ofrendas sin
sangre, y libaciones; podían estar en templos o al aire libre, una de esas aras
fue: el Ara pacis, altar dedicado a la diosa Pax, como su nombre indica,diosa de la paz.
A
principios del cristianismo los discípulos de Jesucristo celebraran la
conmemoración de la Eucaristía realizando su sacrificio incruento en mesas, que se podían desplazar y tenían más parecido con donde se celebró la última cena.
Fue
a partir del siglo IV cuando el altar se empezó a colocar en al ábside de los
templos, estos guardaban en el centro una piedra consagrada y un relicario.
Cada vez que he visito algún templo abandonado, retirado del culto, he indagado en su altar mayor, y en el centro de su
superficie, encarado hacia donde estuvo el sagrario, hay una oquedad, una concavidad rectangular, ya vacía, en la que se colocaron de acuerdo con el Pontifical romano reliquias de dos
mártires canonizados, también puede ser uno, y muchas veces coincide con
vestigios del titular o la titular de la iglesia en la que están. Se colocan las reliquias en
el relicario junto con tres gramos de incienso y un pequeño pergamino en el que
consta la atestación de la consagración, una vez tuve acceso a eso precisamente.
Si
tuviéramos que guardar pequeñas reliquias de verdaderos santos, de esos
anónimos que en algún momento conoces en tu vida, pero que no te das cuenta que
son santos o santas por la humildad que derrochan; si hubiera que construir
iglesias, capillas, ermitas, catedrales o basílicas para dar acogida a las
reliquias de estas personas que hacen el bien y no miran a quien, esos ciudadanos y
ciudadanas que no permiten que su mano izquierda sepa lo que hace su mano derecha,
su construcción sería más longeva que la de la catedral del mar.
Santos
y santas anónimos que viven con nosotros, que nos cruzamos día a día en la calle, y que no
han sido elevados a ningún altar
material; eso sí, han sido canonizados en
nuestra memoria nada más y nada menos; y mucho más importante, han ascendido al altar de
nuestros corazones.
Gente
buena, gente muy buena, que la hay; y...
¿Qué es ser santo, si no eso?
¿Qué es ser santo, si no eso?
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