No obligues a nadie a quererte, mejor oblígalo a irse. Quien insista en quedarse, es quien realmente te quiere. Siempre seremos para alguien, la persona correcta que conocieron en el momento equivocado.

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07 enero 2019

ÍCARO.

Dédalo para poder escapar él y su hijo Ícaro del laberinto de Creta donde estaban prisioneros, fabricó unas alas cosiendo unas plumas internas y pegando con cera las externas de esas alas. 
Cuando estuvieron preparados para volar, Dédalo le advirtió a su hijo:
- No vueles demasiado alto porque el calor del sol derretirá la cera, ni demasiado bajo porque la espuma del mar mojaría las alas impidiéndote así volar.
Pasaron varias islas volando, hasta que Ícaro decidió subir más arriba, y más arriba, hasta que el sol derritió la cera y este cayó al mar y desapareció.
Veintitantos siglos habrán pasado desde esta historia, y parece que el ser humano no aprende,  no aprenderemos nunca.
Nos suministran unas alas para poder volar, para poder crecer en nuestra vida, en nuestro negocio, en nuestro trabajo, y nos advierten que tengamos cuidado adónde nos metemos, hasta donde podemos llegar y qué línea no podremos traspasar si no queremos que nuestra vida, nuestro negocio, nuestro trabajo se vaya al garete.
Pero como somos tan prepotentes, como muchos y muchas creen que por el simple hecho de ser, son superiores a los demás, no tienen necesidad de admitir consejos, de tener restricciones, o pueden rebasar líneas imaginarias pero infranqueables; entonces,  empezamos o empiezan a aletear, y a aletear, y a subir cada vez más alto sin la consistencia, la preparación, la experiencia y la capacidad de trabajo suficiente, y al final, como le ocurrió al "sabiondo" Ícaro, directo al mar, quizá para no levantar más la cabeza.
Por eso, antes de iniciar un vuelo es necesario medir las fuerzas, los medios, la distancia y las posibles consecuencias si se falla.

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