Somos muchos los vulnerables, desde pequeños, el código genético no se lo puede uno quitar de encima, y aunque muchas veces queremos hacerlo para que no nos dañen tanto, es totalmente imposible.
Y no tenemos la culpa, ni nadie la tiene; la culpa y el pesar deben de portarlos sobre sus hombros los que llevan hiel en la sangre, los o las que aprovechan la bondad para devolver maldad, la verdad para vomitar mentiras, el bien para pagar con mal; todos, todas esos llevan la paga adosada a su comportamiento, como los cupones de la once que se compran, por un poco más, con una paga para toda la vida.
Las personas buenas suelen ser vulnerables porque tienen buenos sentimientos, porque muchas veces, más de las que deberían, sienten una empatía enfermiza con sus semejantes que los hace sufrir a veces demasiado.
Es necesario tener el alma limpia, y eso no significa que dejes que te hagan daño, pero sí tener la capacidad de retirarse de quien te dañe, como si enarbolaran un cuchillo o un revólver.
Nunca estarás seguro de con quién hables o digas; con quien actúes, andes o vivas, no va a decepcionarte en algún momento determinado, tú también puedes decepcionar; pero lo cierto y verdad es que en la vida no hay seguridad que valga, no hay ningún credo fiable, ninguna actitud certera, solo estás tú ante el mundo y por eso solo debemos de creer en nosotros mismos; una vez que nos somos fieles, que vengan cubos de monedas que, más tarde o más temprano, dirimiremos cuales son para la chatarra y cuales son para guardarlas en la caja fuerte de nuestro corazón.
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