No obligues a nadie a quererte, mejor oblĂ­galo a irse. Quien insista en quedarse, es quien realmente te quiere. Siempre seremos para alguien, la persona correcta que conocieron en el momento equivocado.

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07 enero 2019

DAR UN CRÉDITO.

En los tiempos del Banco, en mis principios, dar un crĂ©dito era "DAR UN CRÉDITO"; aparte de cobrarte un mĂ­nimo de un 20 Ăł 21% carĂ­simo para hoy en dĂ­a, pero adecuado segĂșn se pagaba por las imposiciones.
Todos los créditos se daban después de un anålisis exhaustivo de las propiedades del prestatario y de la capacidad de devolución del mismo, de su trabajo, y de una finalidad perfectamente contrastada; si no coincidían estas premisas, no había crédito.
Fundamentalmente de eso se trataba antes en dar un crédito, aunque no lo creåis.
En nuestra vida diaria damos muchos, demasiados créditos, diría yo, sin uno o sin muchos de esos antecedentes.
¿Cuando nos dan prestado unos padres o unos hermanos nos piden propiedades para integrarnos en su familia?
¿Cuando gastamos lo indecible con nuestros hijos, crianza, estudios, extras escolares, y mĂĄs, y mĂĄs; les pedimos a ellos o a ellas si tienen capacidad de devoluciĂłn?
¿Cuando damos crĂ©dito a nuestros compañeros o compañeras de trabajo, sin saber quienes son, ni de dĂłnde vienen, y lo peor a dĂłnde van, lo estamos haciendo bien?
¿Cuando hacemos una nueva amistad o intentamos conservar las que tenemos, sin una finalidad determinada, solo y exclusivamente por el simple hecho de ser amigos, estamos dando bien el crĂ©dito de la amistad?
De los créditos del amor prefiero, como decía mi amigo Manolo Castaño q.e.p.d.:
¡Mejor guardar silencio administrativo!
Muchas veces, damos demasiados créditos que seguramente al final, por una cosa o por otra, resultarån impagados; pero como en el Banco, los beneficios que nos producirån los que sean abonados correctamente resarcirån con creces las pérdidas de los fallidos.

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