Empecemos por el principio de los tiempos.
Erase una vez un virus que nadie sabe de donde ha salido pero que por lo visto nació en China, en Wuhan por evolución natural, naturalmente.
No hay que preocuparse, es más o menos como una gripe, decían...
Son pocos los infectados, todo está totalmente controlado, se escuchaba...
Pero la curva se hacía cada vez más empinada.
El comité de expertos aconseja ponerse mascarilla, pero las mascarillas eran cada vez más carillas, como si estuvieran hechas de seda de la mejor calidad.
El mismo comité aconseja ponerse guantes, otra fortuna, como si fueran de puro látex.
Los técnicos en la materia deciden recluirnos en casa, de donde sólo salimos a las ocho de la tarde para aplaudir a los sanitarios.
Las reservas de perros en las perreras se acaban, todos quieren un perro en casa para poder salir a la calle y sacarlo a pasear, única forma de salida.
Se abulta exageradamente el negocio por internet, todo está cerrado, nadie puede vender, pero todo se puede comprar en Amazon.
Sube estrepitosamente la cifra de contagiados, ingresados, ingresados en UCI y fallecidos, a los que se entierran o incineran sin previa autopsia, o sea, sin saber de qué han muerto, aunque tuvieran síntomas de Covid 19.
No hay tests para hacer pruebas.
Muchos días encerrados, la economía al garete exceptuando algunos negocios que fueron listos o tuvieron la suerte de que no los cerraran, algunos hicieron su agosto en primavera.
El curso se termina por internet, como bien pueden los centros escolares, o como bien entienden.
Lo primero, el fútbol, pcrs para todos dos o tres veces por semana, y se reanuda la liga sin que puedan ver los partidos los que pagaron por ello.
Se abren las puertas y salimos como los toros de los chiqueros, buscando una barra de un bar, encontrando una fiesta, nos saltamos a la torera cualquier indicio de ser precavidos, y...
¡Al charco!
Y vienen los que no quieren mascarilla, ni vacunas, ni inyecciones, ni medicinas; y siguen los que no eran tan expertos, y seguimos dejando las cosas en unas manos sin guantes y en unas bocas sin mascarillas.
Y que si tú, pues tú más, que si yo, que aquel dijo, que la culpa es de Madrid, que si de Barcelona, que si nosotros lo estamos haciendo mejor, que ¿dónde está mi dinero?, que si regalo tres mascarillas para aproximadamente nueve horas, que si cierro aquí, que si allí se vuelve al nivel dos, que si centros de salud cerrados, organismos oficiales cerrados, inem cerrado; los ertes no se cobran en su fecha, pero todo el mundo de vacaciones y la curva como una embarazada de ocho meses.
Se crea un nuevo cuerpo de rastreadores de las arenas, pero hay gente que no quiere contarles nada... ¿Por qué en otros países están de otra forma?
Desconocida respuesta.
Y ahora llega la hora del parto, después de un semestre batallando con el puñetero bicho, llega el momento de reanudar el curso escolar, y no sabe nadie cómo hacerlo; obligatorio pero no te pueden obligar, aulas partidas pero no hay docentes suficientes, y veremos a ver cómo termina todo esto.
Lo más probable es que todos de nuevo para adentro, aunque este segundo envite no lo resista la economía ni muchos de nosotros.
Viviendo entre dejados, abandonados, acérrimos, gilipollas, ignorantes; conviviendo con personas que no tienen ni el más mínimo interés en lo que le pase al de enfrente, "ande yo caliente...", y sin una puñetera gota de sentido común y equilibrio...
¡Mal vamos querido Sancho!
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Foto extraída de la página: redaccionmedica.com |
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