Hemos estado unos dĂas en la localidad de Ăguilas (Murcia), y una noche estuvimos cenando en el RincĂłn del Casuco, una maravilla construida por Casuco, padre del que fuera jugador del Zaragoza apellidado con el mismo nombre, obra que hizo este señor solito, solo, y con un parecido al parque GĂŒel de GaudĂ muy cercano.
MĂĄs abajo os dejo una foto del entorno del restaurante hecho por el Sr. Casuco.
Bien, pues estĂĄbamos cenando algo mis amigos: Lola y Fernando de aquĂ de Sevilla, aunque ella es de Lorca y Ă©l de CĂłrdoba; y los amigos de Lorca Miguel y Luisa.
Después subimos a la terraza "El åtico" a charlar un poco tomando una copa.
Y rondando, rondando, estĂĄbamos conversando sobre la envidia, los envidiosos y las envidiosas, para mĂĄs inri, el deporte nacional por excelencia; ¡Ay si hubiera Mundiales o estuviera incluida en los JJOO (Juegos OlĂmpicos), anda que no Ăbamos a conseguir medallas!
En fin, la conversaciĂłn iba por esos derroteros, cuando Luisa, me puso un ejemplo que me dejĂł perplejo.
ApoyĂł el mĂłvil en un vaso y nos dijo:
-Suponeos que el mĂłvil es un espejo donde se mira el envidioso, pero lo que realmente quiere ver es la figura del o de la que envidia que estĂĄ escondido detrĂĄs; le dice de todo:
- Perro flauta, creĂda, energĂșmeno, consentida, ricachĂłn, y un mil etcĂ©teras de "agasajos" y "piropos".
Y por birlibirloque desaparece la figura de la persona que envidias y prevalece el espejo mientras sigues despotricando...
Y asĂ por los siglos de los siglos.
¡Eres el fiel reflejo de lo que envidias!
El rincĂłn del Casuco. |
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