Todo ser vivo tiene una rutina diaria.
Todos, desde el mĂĄs inteligente hasta el mĂĄs zoquete, desde el mĂĄs fuerte hasta el mĂĄs dĂ©bil, desde el animal mĂĄs superior (¿el ser humano?) hasta el mĂĄs Ănfimo (¿el gusano?).
Todos, sin lugar a dudas, mantienen una rutina diaria a la que si la rompen, normalmente, el "bio regulador" se vuelve loco.
Una persona normal...
Se levanta temprano, toma un café con una tostada; trabajo, a media mañana otro café, trabajo de nuevo, almuerzo con algo verde y pocas grasas, estirar las piernas, una pieza de fruta para merendar, algo de ejercicio en gimnasio, casa o paseando, y temprano, una cena cortita con un yogurt, y a la cama.
Pues coño, el dĂa que te levantas tarde, y desayunas tarde, ya empiezas mal; despuĂ©s como no vas a trabajar y al haber desayunado tarde, a media mañana no te apetece nada. Y claro, a la hora del almuerzo tienes hambre, y si no estĂĄs en tu casa, pues abusas de las grasas, la sal y otros ingredientes dañinos para tu salud. Como te has puesto "pĂșo" en el almuerzo, caes puyero en la siesta, como decĂa Cela con pijama, Padre Nuestro y orinal. Te levantas cansado de cama, no haces ni "mijita" (supongo que serĂĄ la conversiĂłn al andaluz de miguita) de ejercicio y al sofĂĄ. A la hora de cenar tienes hambre pero despuĂ©s no tienes sueño. Te acuestas tarde, pero al otro dĂa, te tienes que levantar temprano.
Eso se llama romper la rutina diaria.
Y lo peor es que mientras mĂĄs mayor te vas haciendo mĂĄs chirrĂa la maquinaria de la rutina diaria.
Pues en los animales, igual, y tambiĂ©n los de compañĂa.
Al tener obligaciones, la vida se convierte en una rutina.
Foto de mi amiga Juani Mora. |
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