En esta nuestra existencia, estamos siempre precedidos por las angustias, angustias sĂłlo fĂsicas, de las otras hay miles a travĂ©s de nuestra vida.
La angustia del nacimiento, si bien un nacimiento es un motivo de felicidad, todos sabemos, tanto padres, abuelos, hermanos, por unos motivos como las madres por otro, que un nacimiento también es una angustia, sobre todo para el que nace, que menos mal que de eso no se acuerda uno.
La angustia de la infancia-juventud, que conlleva la crianza de los hijos, el colegio, el salir a la calle, el empezar a tratarse con gentes, de relacionarse, de esperar horas y horas a que lleguen a casa con la incertidumbre que eso conlleva.
La angustia de la madurez y la vejez, contemplando cĂłmo el tiempo cada vez pasa mĂĄs rĂĄpido, y lamentablemente es directamente proporcional a ello, cuanto mĂĄs mayor, mĂĄs rĂĄpido.
Y por Ășltimo la angustia de la despedida.
¿DĂłnde irĂ©? ¿QuĂ© serĂĄ de los que queden aquĂ? ¿CĂłmo serĂĄ el trasbordo?...
Cuatro angustias y todas tienen una esperanza, la primera una buena vida, la segunda una infancia-juventud en paz, la tercera cuidar a los mayores y que nuestros hijos nos puedan cuidar; y la Ășltima, la esperanza de alcanzar un mundo mejor, sin envidias, sin rencores, sin maldad, solo e ineludiblemente con amor. Bueno, el amor debe de estar presente en todas las angustias para afrontarlas, y tambiĂ©n presente para poder tener esperanza.
Cuatro angustias y una esperanza, el repĂłquer de la vida, cuatro ases y un comodĂn, cuatro angustias y una esperanza.
Foto de mi amiga Juani Mora. |
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