Dentro de poco hará cuarenta y cinco años, que un día, mirando en el tablón de anuncios del Instituto San Isidoro de Sevilla, vi una convocatoria para exámenes en la Caja Rural de Sevilla, yo acababa de empezar quinto de bachillerato, y la verdad, después de aprenderme el... alfa, beta, gamma, delta, epsilón etc, y algunas otras palabras, ya estaba un poco harto de estudiar, y decidí ese día trabajar en un banco.
Eché solicitudes en la Caja Rural, Banco de Vizcaya, Banco de Bilbao (por aquel entonces eran dos bancos), banco Hispano (sin Central ni Santander por supuesto) y en el Banco de Sevilla, por aquellos tiempos propiedad de la Rumasa de José María Ruiz Mateos.
EL Banco de Sevilla fue el primero que me llamó para examinarme, aprobé y entré a trabajar de botones, con catorce añitos, pero empecé a trabajar en lo que decidí.
Hoy en día eso se ha esfumado en la noche de los tiempos, como se ha difuminado la ilusión de tantos y tantas chicos y chicas que están casi veinte años estudiando hasta terminar una carrera, un B1 o B2 de idiomas, un máster, para después tener que acceder a un trabajo desajustado para subsistir.
Hay psicólogos cogiendo el teléfono en Orange, maestros sirviendo cafés, abogados trabajando en pizzerías, economistas en no se sabe donde; y con un problema añadido, que los que tienen empresas no quieren a licenciados para trabajar de peones, temiendo que cuando les salga algo mejor según lo estudiado se marchen, no poniendo demasiado énfasis en su trabajo.
Muchos trabajos desajustados, aparte de los ya olvidados por la puntuación no conseguida en la selectividad (prueba que no mide las habilidades del alumno para la carrera que elige, sino que evalúa su memoria y capacidad de estudio); son buenos profesionales que han gastado más de un cuarto de su vida en estudiar algo que en teoría no les sirve para nada (salvo honrosas excepciones).
Y si no, te marchas fuera de España que quizá encuentres algo.
Lo único cierto es lo que un día le comentó a mi hijo, Juan, padre de uno de mis concuñados:
-¿Ves estos zapatos, ves esta cartera con billetes, ves mi coche, ves esta casa, ves esta ropa?
Todo esto te lo pueden quitar, robar, desaparecer, arder, pero lo que has aprendido, eso que tienes en la cabeza no te lo puede quitar nadie.
Bueno yo diría que solo una cosa puede hacerlo, el alzehirmer por desgracia.
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