Estoy desconcertado, por no decir, anonadado y bastante deprimido.
Al móvil, al IPad, a la Tablet, o al ordenador cada vez se les está poniendo más la cara de un áspid.
Los comentarios ponzoñosos, las faltas de respeto (tanto a personas como a instituciones), la nula seriedad en las aseveraciones, las "fake news" (noticias falsas) y lo más peligroso, el interés por desestabilizar a la sociedad, tanto de un lado como del otro, tanto de un color como del otro (bueno de los otros), tanto de una ideología como de las otras, todos creen que la mejor forma que hay para acceder al poder, o mantenerse en el caso de que se esté en ese momento, es: deplorar la acción de los demás, buscar negligencias o posibles negligencias para echarlas en cara, enturbiar las relaciones, enfrentar a familias y amigos, y yo me pregunto:
¿Para qué? ¿Para ganar más votos? ¿Y tú que ganas con eso?
Incluso se llega a tachar a gente de lo que no es y a lo peor ni ha sido nunca.
Ese veneno maldito que esputan los adláteres de los diferentes partidos que pululan en el círculo político (incluso mundial, diría yo), esa ponzoña que destilan muchos medios de comunicación que solo perviven de la falta de respeto al partido contrario de los que son beneplácitos, esa toxicidad que recorre las redes sociales, se está contagiando ya definitivamente a las personas.
Ese tósigo de cobra maldita está llevando a la enemistad entre miembros de las familias, entre amigos, entre conocidos, entre compañeros de trabajo y también, para colmo, entre partidarios de la misma cuerda.
Aunque sea en broma, de chusma.
¿No nos acordamos a donde nos llevó ese río venenoso hace ya más de ochenta años, por Dios?
Sigan, sigan envenenando el marco de la información pública y la actividad política en general, que ya llorarán; mejor dicho, lloraremos.
¡Qué pena, con lo fácil que puede llegar a ser!
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